No solo es que el "fin de la historia", tal como lo preveía Francis Fukuyama, no existe, sino que ni siquiera la historia misma, como la concebía Hegel, existe.
Siendo los seres humanos contingentes, atados a la realidad y al azar, no podemos pensar que nuestra conducta y nuestros fines tengan en sí mismos una lógica interna ni que conduzcan a un estado de mayor perfección que el que ya hemos alcanzado.
Estamos expuestos a repetir los errores, a caminar en el sentido contrario y hasta a desaparecer como especie. ¿Donde queda la historia, entonces?
Básil Gianaclis, doctor en Hiparxiología.